11 de diciembre de 2006.- «Me llamo Gennet» Una frase muy corta: 13 letras. Poca cosa en el mundo verbo acústico que poblamos con grandes titulares, gritos innecesarios, soflamas vacías y eslóganes malintencionados. Para ella, Gennet, las 13 letras tienen otra trascendencia: el tacto de una mano contra otra mano, hablando en el alfabeto dactilológico de los sordociegos.
Se llama Gennet Corcuera y nació, hace 25 años, sin dos de los cinco sentidos. Visión y audición, cero por ciento: ni siquiera manchas de color, ni siquiera un zumbido remoto. Dentro de unas semanas, Gennet empezará a estudiar en la Universidad de Alcalá de Henares. Es la primera persona sordociega de nacimiento que llega a la aulas superiores en España. Cuando aprobó la selectividad (7,28 de nota), dijo: «Estoy contenta porque me han medido con el mismo rasero que a mis compañeros. Quiero ser como los demás».
Está nerviosa y atenta. Gime en un amago de una lengua imposible, mientras habla con Sonia, su mediadora con el mundo. La necesita como traductora para hablar con cualquiera que no domine el lenguaje dactilológico de los sordociegos, distinto de los signos de los sordos con visión. A cada letra del alfabeto corresponde una postura de la mano del emisor y las palabras deben deletrearse porque no existen posturas especiales que expresen ideas o sentencias. Un simple ’buenos días’ es ’b-u-e-n-o-s-d-í-a-s’, diez movimientos de mano.